viernes, 4 de febrero de 2011

LOS SABORES DE LA CALLE

Por: Sancocho de piedra


Al igual que Latinoamérica, la ciudad de Medellín es el resultado de  la constante mezcla de razas y culturas,  costumbres y creencias, preparaciones y sabores.
Las calles  son testigo. Cada tanto, en las aceras y las esquinas, la ciudad ofrece puestos improvisados de alimentos que no tienen mesas ni meseros pero que pueden ser más amenos que cualquier restaurante, donde se hace honor a  los más tradicionales platillos, con los que se alimentaron padres y abuelos y que poco a poco empiezan a ser rechazados por los jóvenes que ávidos de costumbres ajenas desconocen la comida que han disfrutado muchas generaciones.
La empanada gana en cantidad y territorio, es posible encontrar hasta tres puestos entre una cuadra y otra, éste envuelto de maíz  relleno de carne y papa se come frito aderezado al gusto con una mezcla picante de cebollas, vinagres y ajíes. Ésta compromete el legado de tres culturas, la indígena por el maíz, la africana por el guiso y el frito  y la europea por la forma del envuelto; por lo que la empanada podría considerarse como un “alimento mestizo” que es de gran aceptación e insiste en permanecer, sin importar el lugar ni  las condiciones de los que la prefieren. Este delicioso envuelto está presente de Norte a Sur en Medellín.
Comer en un puesto ambulante de comida, es un ritual que se hace con ligereza y según los productos, con un poco de dificultad; es posible compartir con el vendedor mientras se saborea el bocado y con los otros comensales que de acuerdo a la aceptación que tenga el sitio, pueden ser bastantes.

   La magia de los sabores de la calle está en  su condición rápida y efímera, no hay tiempo para utilizar cubiertos ni platos adecuados, aquí el cartón y el Icopor son los materiales principales que reemplazan la impecable losa. Los sabores aunque pasan  rápido por la boca, dejan como recuerdo un aroma imborrable en las manos por lo menos durante las primeras horas. En las calles aparecen desnudos  los sabores de la Medellín tradicional, de los campesinos y del pueblo. El chorizo, la morcilla y la chunchurria de Buenos Aires  lo afirman.
“Somos hijos de maíz”,  con él hemos crecido y nos seguimos alimentando. Las arepas aunque no le roban el puesto urbano a las empanadas, y deben competir con dificultad con las comidas rápidas copiadas del extranjero; son de los alimentos más comunes que ofrece esta popular gastronomía. La arepa se vende de chócolo con quesito o de queso con un dulce que neutraliza el salado del primero.

En las calles de Medellín también hay espacio para un antojo azucarado, allí se ofrecen dulces de múltiples sabores, texturas y colores. La sed del deportivo domingo, puede calmarse con un “raspao” de hielo donde se dibuja un arco iris que se derrite con el sol, un postre divertido puede ser el algodón de azúcar que desaparece como por acto de magia, apenas toca la saliva. También es posible escoger entre críspetas dulces que enamoran al caminante con un delicioso olor a caramelo que recuerda de inmediato la época de niños, las obleas con arequipe y las tradicionales solteritas.
    Medellín huele a mango biche. En las salidas de las escuelas, en los parques, en el centro, en los barrios; en puestos estables o en bandejas, sólo o acompañado de piña y papaya. Este verde y acido fruto en forma de corazón hace pareja perfecta con el limón y la sal que hacen salir agua de la boca al que se deleita arrancando uno de sus cascos.
La calle es un banquete de sabores y aunque el menú pueda estar reducido a unas letras mal pintadas en una de las latas del “chuzo”; los automóviles le amenacen durante la comida, el vecino le arrebate sin intención el tarro de salsa o el vendedor se equivoque haciendo la cuenta en sus aligerados cálculos mentales;  Los sabores ambulantes son una buena opción a la hora de probar a que sabe Medellín.






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