martes, 1 de febrero de 2011

LOS COLORES DE TEJELO

                                                                                                                 Por: Sancocho de piedra
Kilo y medio por mil
Tiiiiiiiinto. tiiiinto
Kilo y medio pa acabar con esto
Maduro el aguacate maduro el aguacate maduro
Guayaba kilo y medio por mil
Kilo y medio por mil
¿Qué va a llevar mona?

¿Tejelo? ¿Qué es eso? ¿En Medellín?
Si, queda en Medellín y no, no aparece en ninguna guía turística de la ciudad. Para muchos no existe. Para otros, pura calentura, puro olvido. En realidad Mucho ruido. Mucha gente. Mucho color. Piel, cáscaras, cartón, rebusque. Mucho desborde de vida.

Sobre un callejón estrecho de adoquines se dibuja una cuidad pequeña dentro de la grande, una línea llena de historias, el pasaje comercial Tejelo. La vértebra de su columna son 29 casetas de madera que albergan cuatro puestos cada una. Cuatro vidas. Cuatro historias. Cuatro negocios diferentes. Granadillas, piñas, carnicerías, limones, cebolla junca, cebolla de la otra. A los lados, putas, talleres de licuadoras,  supermercados y tiendas de abarrotes, otra vez putas.

Si, a mi cada rato me roban el celular o si me descuido se llevan las ollas, pero yo no cambio estos cuatro palos por nada. El 28C es el puesto de “La suegra”, como la conocen todos en Tejelo. Se llama Fabiola Gonzáles y vende Sancocho, mondongo y fríjoles. Primero vendía verduras. -Eso no me daba para nada por eso me cambié a la comida. Si espacio público jode mucho pero aquí estoy aquí me quedo.-

Y es que estar en Tejelo no ha sido fácil. Que haber el permiso, que se mueva, que desaloje, que esto es espacio público, que me le voy a llevar la carreta, que si, que me le llevo el plante, ¿qué lo dejo embalado? Eso no es problema mío. Al final, que Tejelo está organizado, que se quieren quedar, que ya tienen junta de venteros. Bueno que se queden. Toca arreglarlo, no ve que está al lado del museo, hay que ponerlo bonito. Hace ocho años que los venteros de Tejelo acordaron con el alcalde de turno que podían permanecer en el callejón que siguen   peleando con funcionarios de espacio público.  
En la mañana el sol que esquiva las sombrillas de colores que tiene cada caseta, calienta las frutas y verduras de Tejelo. Qué no llueva porque no se vende nada. Una de las paredes del pasaje, está tres escalones más arriba que el resto, allí en lo alto, los supermercados, las distribuidoras de pollo y las tiendas de abarrotes. Afuera, decorando el paso, 22 bicicletas negras con improvisadas barras de carga esperan a sus jinetes para visitar cualquier sitio del centro con un bulto de papas o una carga de panela.

La pared del frente, la de abajo, la de la parte trasera de las casetas le pone más obstáculos a la entrada del sol. El lugar de los bares, la guasca y el sexo. También dos restaurantes, salchichón, pescado, carnicerías y otro taller de licuadoras. La pared de abajo es lenta, nostálgica. Huele a despecho y a malos amores. Huele a cerveza después del jornal. A carne, carne desgastada.

-Yo llevo 17 años en Tejelo. Empecé poniendo una guitarra que me regalaron y después todo lo que me encontraba lo colgaba- El bar se llama los Cachivaches de Memo y es de Guillermo Berrío. Llegó a Tejelo cuando el aguardiente era a 15 pesos y hoy lo vende a 1.400 pesos.  En el bar de memo hay un cielo con nubes de polvo que sostiene todo tipo de objetos. Animales disecados, un pez globo, un tití abrazando una botella, una rata, una cabeza de un novillo. Juguetes mutilados, muñecas sin manos. Vaqueros descoloridos. Celulares viejos, Radios, radiolas, relojes, relojitos.
Cámaras viejas, pistolas descoloridas de plástico. Una chiva miniatura, bacinillas, calculadoras. Más y más cachivaches.

En el mostrador, al lado de un teléfono público que se salvó de estar colgado del cielo porque todavía sirve, esta acostado Morocho. El celador del bar tiene pelaje negro y ojos verdes.  Se lame las patas con tranquilidad mientras Memo rocía saumerio por todo el lugar que en la mañana todavía no tiene visitantes. Adentro huele a santos perfumados de cebolla y pescado.

Donde Memo no hay putas jóvenes y es que – las peladas son muy lindas pero no les gusta trabajar por acá, por eso me toca contratar meseras de edad, aunque casi no duran, siempre están rotando-
 
¿Memo va a dejar limones hoy? – No todavía tengo de ayer. El hombre delgado, con cara de poco sueño y mucha fiesta, que esconde unos ojos grandes detrás de unos lentes de bastante aumento, prende el televisor plasma de 48 pulgadas que reposa sobre  un altar de madera y desafía con su tamaño a los objetos colgantes, reproduce los videos que horas más tarde cantaran los visitantes mientras agarran las carnes y beben de las botellas.

En la noche, cuando el día se haya ido de Tejelo y las frutas y verduras sean reemplazadas por el guaro, la cerveza y las ganas, morocho, el gato que cuida el cielo,  se irá a dar una vuelta al centro y regresará cuando todo este en calma de nuevo.

Avena, guarapo,
Guaraaapo, avena
Lleve la última película de moda
Gurapo, Aveeeena
Limones, limoooones, limooooooo  nes
25 limones en 500

En el callejón viene caminando de nuevo Rosalba Ramírez. Parece una diosa africana, con un collar enorme de piedras preciosas. Sobre la piel oscurecida por el sol, bolsas de limones verdes  le cubren el cuello y llegan hasta la cintura. Encima otro collar, un cordón con unas tijeras colgando. Las que harán  el collar más corto, cuando se venda algo.

- Maribel, déme un milo frio, me va a tocar almorzar gala con milo porque hoy la venta está muy mala, para un almuerzo completo no me alcanza- Rosalba vive sola, tenía un hijo pero lo mataron hace poco. En Tejelo conoce a todo el mundo. Tejelo es su mundo. La reina africana parte con esmero la torta desmoronada para calmar el hambre, Maribel, lava con desgano y sin jabón la licuadora en un lavaplatos improvisado. Al lado una joven llena bolsas de plásticos con trozos de zanahoria y habichuela y les sonríe a los clientes.  Dos vendedoras de tinto, con el pelo pintado de amarillo se quejan de lo mala que está la venta.
“La suegra”, como todos los vendedores de comida de Tejelo vende el almuerzo a 2.500. Sobre una pequeña mesa, que tiene por mantel una valla reciclada de cerveza, caben seis clientes bien juntos – Yo ya tengo mi clientela, la gente ya conoce mi sazón y no dejo sentar a cualquiera, no ve que yo tengo que cuidar la imagen de mi negocio- ¿Qué si tengo competencia? No, no ve que acá en todos nos ayudamos, la idea es que todos vendan.-

Pilas que están que vienen. Vea ese charco, límpielo rápido. En un rato llegan, me dijeron que son varios. Organice todo para que no se lleven nada. Todos los venteros ya saben que espacio público llegará en cualquier momento de la tarde, uno de la de la junta directiva pasó por cada puesto avisándoles. Todos  empiezan a poner en orden los puestos. 

Por el camino, como peregrinos que cumplen promesas, vienen y van  los que tienen el cuerpo como caseta o un coche de bebe adaptado para convertirse en una tienda ambulante. Los más grandes son carros metálicos de supermercado. Las monas de los tintos tienen de los grandes. Avena para arriba, guarapo para abajo. Aromática de arriba abajo.
Hoy espacio público no se llevó nada. Solo revisión. Advertencias. Mucha presencia.
En Tejelo los extraños se quedan poco. Un jugo, un kilo de papa, o uno de tomates logran detener unos minutos a los transeúntes afanados. En general siempre están los mismos desde las 7:30am hasta las 8:00pm, hora en  que sólo quedan los bares. Almuerzan los mismos, compran los mismos y van de extremo a extremo los mismos.

Pieles suaves, rojas, brillantes, otras ásperas, con tierra, rugosas, lisas. La variedad de frutas y verduras adornan todo el pasaje Tejelo con colores y texturas, contrastan con las sonrisas, los chistes y los chismes que se tejen en la columna del callejón. Tejelo no abre ni cierra, en la noche las frutas y verduras buscan guarida en el pequeño espacio de madera que espera de nuevo del día cubierto por un plástico negro. Mañana de cada caseta brotará de nuevo el color y saldrán los aromas a recorrer la calle. Por ahora las voces del rebusque se oirán de nuevo y seguirá con vida la pequeña ciudad dentro de la grande.

José Gonzáles Miembro de la junta directiva. Ventero del puesto 8A . 3136415482




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